viernes, 28 de julio de 2017

El caso Monet


 
Cuando el carácter de un alma, tintado de una especial sensibilidad y un gusto por lo finamente elaborado, se derrama sobre el papel con la finalidad de dar vida a un lienzo de ambiguas mezcolanzas pueden suceder dos cosas: que nos encontremos con una mezcla Goyesca inapreciable para todos los paladares o, por el contrario, que la etérea claridad de la luz se desparrame sobre el entendimiento. Debido a esto segundo la obra de la conquense Pilar Narbón irradia frescura a lo largo de sus 240 páginas labradas a base de pinceladas puntillistas.

   La muerte del reconocido Pintor Lorenzo del Moral inicia un trágica secuencia de asesinatos que, peligrosamente, comienzan a tener una amplia repercusión mediática. El denominador común a todas ellas es la participación común de todos los artistas en una exposición grupal en la ciudad de Goelia. Conforme avanza la investigación, irán despejándose incógnitas como la vinculación emocional entre ellos y la omnipresencia de un marchante vinculado al tráfico ilícito de arte. Novela protagonizada por un inspector provinciano y una criminóloga que logra el virtuosismo a base de la acertada muestra de un ambiente opresivo acaparado por rastreras personalidades.



   

El Caso Monet es una novela construida con bases pictóricas, y por ello es que el título de cada uno de sus episodios corresponde a un color, intentando “emular” un lienzo que no luce en todo su esplendor hasta llegar al final. La trama está construida como un sutil rompecabezas donde las piezas que van encajando acaban siendo sustituidas por otras hasta formar un conjunto donde lo inesperado toma cuerpo y forma. A esto contribuye el método narrativo omnisciente, ciertamente “desenfocado” en algunos puntos de la trama. Esta visión indiscriminada de la realidad ofrece al lector el descarnado retrato de unos personajes carcomidos por el odio, la envidia, la hipocresía, con historias personales llenas de dolor y venganza, perfiles psicológicos de gran dureza que constituyen uno de los principales atractivos de su lectura.

   Como en todo buen thriller negro que se precie descolla la presencia de un inmisericorde asesino, en este caso metódico, sagaz, meticuloso, experto en no dejar rastro. Su metodología resulta suspicaz: es capaz de desangrar a las víctimas sin permitir que una sola gota toque la alfombra. Buena prueba de ello es la imagen que se muestra al comienzo de la novela: la aparición del cadáver de Lorenzo del Moral despeñado desde un desfiladero con una profunda herida de arma blanca en el cuello. Aquí el escenario toma una importancia primordial, pues cada uno de los parajes identificados a lo largo de la novela bien podrían ser relacionados con Cuenca, ciudad natal de la autora. Es por ello que en declaraciones para un medio local afirmó: “El libro es ficción y no quiero que nadie se sienta excesivamente identificado y pueda herir sensibilidades, pero, aunque podría ser cualquier ciudad cerrada, Goelia es un territorio perfectamente identificable con Cuenca”.

   No es ningún secreto que Pilar es una perfecta conocedora del mundo del arte pues, además de desgranar la psique de sus vulnerables personajes, se adentra en otros territorios que escapan a la mera ficción, como el tráfico ilícito de obras robadas por el bando nazi durante la segunda guerra mundial. Entre los años 1933 y 1945 el régimen del tercer Reich llevó a cabo uno de los mayores robos de arte coordinados por Hitler y en palabras de Héctor Feliciano, periodista que formó parte del grupo de expertos de la Comisión presidencial de bienes del holocausto en Estados Unidos, “Todavía hay muchas obras por recuperar. En Europa Occidental quedan al menos 100000 oficialmente desaparecidas. Tan sólo en Francia, a día de hoy, más de 40000 obras continúan sin aparecer. Y desaparecidas es un término real, quiere decir que se encuentran camufladas en algún lado, en colecciones, museos, en galerías o en casas de subastas”. Y es aquí donde entra en juego la figura de Henry Steine, un turbio pasante íntimamente ligado a esta subtrama de desapariciones que adquirirá cierto peso en la resolución del caso. Así mismo, la guinda se corona con la desaparición de un cuadro de Picasso que guarda estrecha relación con uno de los personajes. A nivel histórico está reconocido que, en el año 2004, el FBI recuperó en Chicago Mujer en Blanco, un cuadro fechado en 1922 cuyo rastro se había perdido hace más de sesenta años, aunque no existe certeza de que Pilar haya tomado estas bases para construir la perdida de una obra desconocida del pintor.

   La calidad narrativa podría describirse perfectamente como prosa poética, pues contiene una estructura y lenguaje arduamente cuidados sin incurrir en el exceso. La propia autora confiesa haber huido del artificio, y para ello ha retocado su obra hasta minimizarla a 240 páginas en virtud de las recomendaciones del poeta Francisco Mora. No en vano, recordar que la pluma de Pilar es ya experta, pues en su haber cuenta con la novela La muerte tendrá mis ojos (2006-2008, ediciones ARTDECU), y los libros de relatos Días fugaces (1980-1982, Crónicas de Cuenca) y Boleros (1985-1988, Crónicas de Cuenca), amén de su participación en varias revistas literarias.


    Dar un sí nunca es fácil, pero dárselo a Pilar es hacer justicia.


Lady Necrophage






2 comentarios:

  1. Muy buena reseña, Lady. Si no lo hubiera leído ya, lo incluiría en mi lista

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  2. Muchas gracias Cristina, esa es la finalidad: que obras de tanta calidad como esta lleguen al corazón del público. Un placer compartir opinión contigo.

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