viernes, 29 de diciembre de 2017

Historias de Dämon Schwarze & Opal Mond Volumen 2






Ahora ya conocía mi procedencia aunque aún tendría que descubrir todo el poder que había más allá de mi cuerpo. Era consciente que había algo más, y eso me resultaba... peligrosamente excitante.

  Pensé en recoger algunos de mis objetos personales y proceder a la incineración de la mansión que había sido mi hogar, pero, en realidad, lo único que necesitaba era aquella joya arcana.

  Decidí, tal y como el misterioso secretario me había sugerido, aceptar las cosas sin ningún tipo de límite y para ello sólo me bastaba la compañía de la mencionada joya que, curiosamente, aún descansaba sobre mi piel. Di paso a incinerar la mansión y con ella ardieron todas las posibles pruebas de mi existencia además de los pocos restos de mi primera víctima.

  Aquella sensación era... tan extraña. Mi vida había tomado un nuevo sentido, y sabía que a pesar de que no había hecho nada más que despertar, llegaría hasta el final.

  Esa misma noche, echada sobre la arena y mientras contemplaba el majestuoso brillo de la poderosa luna llena, mi cuerpo desnudo sintió el impulso de dirigirse hacia el oscuro mar. Me adentré poco a poco en él y cuando el agua bañaba mis rodillas, sentí como si unas húmedas manos comenzasen a acariciar mi piel subiendo desde las rodillas hasta mi cintura. Cerré los ojos y tras gemir sensualmente me dejé llevar por aquella sensación.

  Aquellas manos continuaron su lento recorrido a través de mi pecho y cuando alcanzaron mis hombros volvieron a descender, de nuevo, hasta la cintura. Abrí los ojos y era él de nuevo, totalmente vestido de negro.

  Mi cuerpo estaba mojado y una de sus manos se aferraba a mi cintura. Acarició mi pelirrojo y largo cabello apartándolo de mi cuello. Sus labios lo besaron y sentí cómo una helada caricia llenaba de ardiente calor mi cuerpo.


   —Ya conoces tu verdadera identidad. Te quedan muchos recuerdos de la que creías tu verdadera vida, la mortal. Pero únicamente los más fuertes se resistirán al olvido y aprenderás a sobrevivir entre esta especie tan inferior a la nuestra. Además... yo siempre estaré cerca de ti.

  
  Dicho esto, pasó a través de mi cuerpo y desapareció.
  
  Caminé, siguiendo el mismo impulso, hasta sumergirme por completo en el mar. Me sentía libre y como si de una sirena se tratase, me adentré aún más en aquel oscuro paraíso.

   En el cielo seguía reinando la Luna llena mientras que en aquel océano, sin duda alguna reinaba yo.

   A lo lejos divisé una luz. Era un pequeño velero. Estaba demasiado oscuro para los ojos de cualquier humano, pero yo podía ver sin requerir de ningún esfuerzo un joven sentado sobre la cubierta con un libro en sus manos.

  Me aproximé a él y subí a bordo. Él, sorprendido y algo asustado por mi presencia, se irguió y dejó caer el libro de entre sus manos.


  —Hola —dijo él—. Perdona, ¿qué te ha ocurrido? ¿Acaso eres la superviviente de un barco naufragado o quizás te has caído por la borda de algún otro?


  Sin responder a sus preguntas dirigí la mirada hacia el libro que se hallaba aún en el suelo, “Ninfas, Sirenas y su gran poder” decía su viejo encuadernamiento.


   —Creo que quizás eres tan sólo fruto de mi imaginación, o tal vez todo esto sea un sueño. Llevo demasiado tiempo solo, aquí, entre el mar y el cielo —dijo él en un murmullo que se confundió con el de las olas.


  Segura de mí misma, con tenue voz le respondí:



   —Acaríciame y sabrás si soy sueño o realidad.


  Tembloroso, acarició mi mejilla. Yo, le despojé de su camisa mientras el miedo que provocaban sus caricias iba volviéndose pasión desenfrenada, la de dos fieros amantes repletos de excitación.

  Comenzaba a amanecer cuando desperté. Al llevar mis manos hacia mi cara, pude ver restos de carne y piel humana en mis uñas. Mis manos estaban completamente empapadas de sangre, así como mi cuerpo desnudo. Me asomé por la borda del velero y contemplé sobre el reflejo del agua mi cara impregnada de la misma sangre que tenía en mis manos.

  De repente, oí un gemido tras de mí. Me giré y acudí al lugar del cual provenía; allí hallé a aquel joven. Estaba desnudo sobre un inmenso charco de sangre, con toda su piel y su carne desgarrada. Sus heridas, que continuaban escupiendo sangre, formaban una hermosa figura, como si de un tatuaje se tratase: un ser ciclópeo, escamoso y bípedo, con vagas reminiscencias humanoides y dos alas desplegadas en su espalda. De los malévolos ojos de aquella figura brotaba el mayor caudal de sangre, enroscado como una serpiente en las zonas vitales del joven.

  Él todavía poseía vida, y yo me había enamorado de la figura que había dibujado la sangre sobre su cuerpo. Besé su boca con dulzura y, tras mordisquear su lengua, deposité en ella una extraña sustancia con maravillosos efectos.

  Su cuerpo inerte dejó de sangrar pero sus ojos y su mente continuarían eternamente vivos. Y así, sin más, se lo regalé al mar. A él le di la posibilidad de ver los inimaginables rincones que esconde el mar, y al océano le brindé el tesoro de la imagen tatuada en aquel cuerpo humano.

  De nuevo, sobre la cubierta del velero, lamí los restos que quedaban de aquel humano y me vestí con las ropas que encontré en el interior del velero. Comencé a leer el libro que había sostenido el joven. Mientras, sin nadie que guiase el timón, el velero se dirigió a... ¿Quién sabe qué puerto?...



  ¡¡Buenas noches, compañeros nocturnos!! Saludos para todos los que lean esto y sobre todo para ti, mi especial Dämon Schwarze.

  Recordad esta historia siempre que dudéis entre estar viviendo una ficción, sueño o realidad. De todas formas os deseo suerte si intentáis descubrirlo.




Opal Mond



viernes, 22 de diciembre de 2017

Aarons blood





      


Título original: Aaron’s blood

Nacionalidad: USA | Año: 2016

Director: Tommy Stovall

Guion: Tommy Stovall

Intérpretes: James Martinez, Trevor Stovall, Michael Chieffo


Hace poco escribí acerca de The Transfiguration, una película indie que denotaba un enorme talento detrás de las cámaras pero que demostraba tener muy poquitas agallas a la hora de arriesgar con el guión. Lo curioso del asunto es que Aaron’s Blood representa todo lo contrario: estamos ante una película mucho más austera y limitada tras las cámaras, con un menor reparto y bastante sobreactuado, pero con una historia estupendamente narrada y plagada de guiños y relecturas, que consigue atrapar y transmitir cierta frescura aunque en realidad no nos encontremos ante nada nuevo.




  Son las películas como Aaron’s Blood las que hacen que no pierda mi fe en el cine actual. Sin duda es la gran sorpresa de la temporada. Su ritmo embaucador demuestra que mientras la historia sea lo suficientemente efectiva, la importancia de lo demás es relativa. Por supuesto que se notan deficiencias, hay determinados momentos de CGI bastante mal realizados, que tampoco llegan a aportar nada en absoluto. Salvo un par de instantes, que con un mayor presupuesto podrían haber sido especialmente destacables, el resto es puro efectismo barato, innecesario y simple; un derroche de piromanía para recordarnos que existe el fuego, pero nada más.




  Pero como ya he señalado, lo realmente portentoso de Aaron’s Blood es su narrativa, eficaz, muy directa, y de ritmo vertiginoso. La duración de la cinta es escueta, lo que ayuda también a que el material pueda ser digerido con facilidad, y el actor principal, James Martínez, realiza un trabajo más que contundente que transmite todo el dramatismo que va precisando esta “nueva” historia de vampiros. Por desgracia no podemos decir lo mismo del debutante Trevor Stovall, hijo del director (¡Viva el nepotismo!), e incapaz de transmitir una sola emoción durante los ochenta minutos que dura la película.

  Podemos decir que el título cumple sobradamente con todos los requisitos que buscamos los aficionados, y que suele ser objeto de duras críticas: originalidad, duración y ritmo. Resulta sorprendente que una película como esta, que cumple de forma más que plausible con todo lo que hemos mencionado, haya pasado sin pena ni gloria. Quizá no aporte gran cosa a la causa, pero es inteligente, y eso, en estos tiempos que corren, ya es mucho. Por mi parte os invito a que le dediquéis un par de minutos y comprobéis por vosotros mismos cómo os atrapa. Altamente recomendable.

  
  A favor: 
-Buen entretenimiento, ritmo perfecto 
-Giro de guión inteligente 
-Protagónico destacable, muy espontáneo 


  En contra:
-FX cutres, donde los haya. 
-Trevor Stovall, se carga el encanto de la película en parte.



7/10

Fdo: Redrum
  




viernes, 15 de diciembre de 2017

El sótano, de Richard Laymon



Portada de la edición, hoy descatalogada, de Martinez Roca.



En Caosfera también nos gustan los libros, y esta semana,  Vincent Hammet, amo y señor en Splatterpunk nos recomienda todo un clásico del género, nada más y nada menos que Richard Laymond, autor nominado dos veces al premio Stoker. Su novela Flesh fue elegida en 1988 mejor novela de terror en Science Fiction Chronicle. Lean y mánchense. 




«Las ropas del cuerpo tendido estaban hechas jirones, dejándole desnudo excepto su trasero. La piel de su espalda estaba profundamente marcada. Su cabeza, separada del tronco, yacía a unos quince centímetros de su cuello reducido a una pulpa sanguinolenta, mirando hacia arriba, los ojos abiertos, la boca retorcida en un espantoso rictus».


Esta novela no solo era la ópera prima de Richard Laymon, también fue el primer referente de muchos de los que llevamos ya algunos años en la escritura creativa. Para mí y para otros tantos fue una guía básica muy importante: de ella salieron muchos escritores, guionistas y aficionados del subgénero splatterpunk. La novela cuenta con numerosos elementos que la hacen especial y que le otorgan un sentido de lo macabro y lo sombrío al más puro estilo de las películas de Serie B. No hay duda, por lo menos para mí, de que Laymon era un apasionado del cine de terror italiano de los años setenta y ochenta, especialmente del de Darío Argento y Lucio Fulci, de donde tomaba elementos para sus excesos literarios.

  La historia da comienzo en la Casa de la Bestia (que en realidad es una especie de museo de cera), donde un padre arrastra a su hijo porque éste le tiene miedo al monstruo que supuestamente habita en el desván. Todos sabemos, y no es ningún spoiler, que esto solo puede acabar de una forma: gritos, sangre y muerte, con Laymon poniendo las cartas sobre la mesa desde el inicio del libro para que sepamos a qué atenernos. Es entonces cuando nos presenta a los personajes principales: una madre de Santa Mónica y su hija adolescente, que huyen del marido que acaba de salir de la cárcel condenado por violación y pederastia. También es de recibo que madre e hija acaben en el pueblo que alberga la casa de cera, con todas las consecuencias nefastas que esto implica: más gritos, más sangre y más muerte. Sin embargo, no enfrentarán solas la situación. Un renegado del pueblo que sobrevivió de niño al ataque de la bestia y un asesino a sueldo, se cruzaran con ellas y unirán sus fuerzas formando un singular equipo. Sobra decir, que el marido pedófilo no cejará hasta encontrar a su mujer y a su hija, dejando por el camino un reguero de cadáveres. Y el final… el final no voy a contarlo, hay que leerlo y sentir cómo se te eriza el vello de la nuca. A veces, las imprudencias en la Casa de la Bestia y los secretos que encierra se pagan caros, se pagan de por vida.

  La novela, como es costumbre en muchas obras de Laymon, tiene un estilo que puede parecer escueto y, por esta misma razón, “amateur”. Esta es una característica común en la literatura de Richard Laymon, pero algo perdonable para alguien como él. Porque bien es cierto que la historia en otras manos habría tenido una calidad literaria superior, aunque habríamos perdido actos sexuales y sangrientos básicos en cualquier splatterpunk que se precie. No obstante, ¿habría sido tan buena novela igualmente? Porque El sótano posee un sentido del gore difícil de conseguir. Durante toda la historia transcurren escenas violentas, y hay algunos detalles y situaciones que dan muy mal rollo. Además, para satisfacer las mentes más enfermas, el escritor incluyó varias violaciones hacia una niña de nueve años, perpetrados por el marido psicópata que he nombrado más arriba. 

  Antes de nada, seamos sinceros con nosotros mismos, ¿de verdad era necesario mostrar escenas pedófilas? Esta es la pregunta que todos los que, por decirlo de alguna manera, consumimos splatterpunk de forma habitual, deberíamos de responder con total sinceridad.

  No necesito ver la respuesta de todos los que estáis leyendo esto para decir que más del 82% de los lectores que adquieren novelas de terror, y cuya trayectoria literaria ha sido únicamente valorada por la crítica especializada, dirían un «no» rotundo y con mayúsculas. Y tendríais razón, no me cabe duda. Sin embargo, después de haber leído la novela una cantidad infinita de veces, comprendo por qué Laymon hizo lo que hizo.

  Me explico: todos sabemos que un depredador sexual tiene un único camino, que puede recorrer antes o después, pero que acabará recorriendo. Si de verdad queremos leer un libro splatterpunk, todas las atrocidades sexuales que cometa este psicópata, ya sean con la niña, con la madre o con la vecina del quinto, estarán fielmente reflejadas en cada una de las páginas. Si por lo contrario preferimos leer un libro de terror, el escritor correrá un tupido velo sobre este tipo de escenas, de forma que se centrará más en el miedo y menos en las truculencias. La cuestión aquí sería si es ético o no, etc…, y entonces se convertiría en un debate.

  En definitiva, esta novela no es un plato para todos los estómagos; tiene muchos elementos propios del concepto de horror (luna llena, casa victoriana, la bestia, etc…), personajes desconfiados y ambiguos, amistades rápidas y amores aún más rápidos. Una historia truculenta y llena de sangre, bastantes dosis de sexo y un ritmo adecuado que nos permite seguir la historia con facilidad. Cierto es que a veces no hay un claro nivel literario, pero los demás valores artísticos lo compensan convirtiendo El sótano en una novela imprescindible del subgénero splatterpunk clásico y una obra fundamental para fans de Richard Laymon.



Nota: Esta novela, que se puede leer de forma independiente, es la primera entrega de la cuatrilogía Beast House Chronicles, cuyas restantes entregas nunca se han traducido al castellano. 



viernes, 8 de diciembre de 2017

Dieppe: El elemento Enigma


Máquina Enigma de cuatro rotores


Hoy en Caosfera, David López Cabia, novelista especializado en género bélico, nos habla de la fascinante máquina Enigma y del intento por parte de los aliados de hacerse con ella durante la segunda guerra mundial. Esto es historia, guerra, espionaje, inteligencia y fuerza bruta, esto es Dieppe. 


Es 19 de agosto de 1942 y estamos en las playas de Dieppe. No hay a dónde ir, los guijarrales de la ciudad portuaria francesa se han convertido en un holocausto. Los soldados de la 2ª División de Canadá son literalmente triturados por el fuego alemán. El tableteo de las ametralladoras alemanas es incesante, las descargas de los bien parapetados soldados teutones resultan letales para los infantes canadienses. 

Los francotiradores germanos, desde sus excelentes posiciones de tiro, disparan a placer, no hay ni un solo metro de playa que escape a su campo de visión. Sus víctimas predilectas son los zapadores y los operadores de radio. Los canadienses no deben perforar las defensas de la playa. El alambre de espino y los muros de hormigón tienen atrapados en una ratonera a los maltrechos canadienses. 

Avanzar es inútil, los destellos que brotan de las MG alemanas atraviesan los cuerpos de los jóvenes canadienses. Los guijarrales se convierten en el escenario de un espectáculo apocalíptico. Ni tan siquiera los recién estrenados carros de combate Churchill pueden doblegar las defensas alemanas. Los blindados se convierten en el blanco de los cañones y los guijarros no son precisamente el terreno más apropiado para las fortalezas reptantes, que terminan por quedar reducidas a amasijos metálicos envueltos en humo. 

Ante el incesante reguero de muertos que están dejando los canadienses, llega el momento de retirarse. La palabra clave que anuncia el repliegue suena en las radios Vanquish. Bajo el fuego enemigo, los canadienses no tienen más remedio que dar media vuelta y correr en dirección a las lanchas que acuden a su rescate. 

El resultado, una carnicería. De los alrededor de seis mil hombres que integraban la fuerza que debía atacar Dieppe, cerca de mil han muerto y el total de bajas (heridos, desaparecidos y prisioneros) ronda los cuatro mil trescientos hombres. Unas pocas horas de combate han bastado para dejar fuera de combate a toda una división. 

Pero ¿cuáles eran las razones que había detrás de esta operación fallida? Tradicionalmente se ha dicho que los objetivos eran capturar y destruir un puerto estratégico, probar la capacidad de reacción alemana, ganar experiencia de cara a futuros desembarcos y aliviar la presión sobre el frente ruso. 

Sin embargo, tras años de investigación, trabajando con documentos históricos que han tardado décadas en ser desclasificados, el historiador canadiense David O’Keefe descubrió algo realmente revelador. El ataque aliado a Dieppe tenía un propósito muy diferente del que sostienen las versiones tradicionales: robar una máquina de cifrado enigma de cuatro rotores. 

El dominio de los mares es algo que siempre ha preocupado a Gran Bretaña. A lo largo de su historia, el poderío naval ha sido un factor que le ha permitido triunfar en numerosas guerras. Pues bien, los submarinos alemanes estaban equipados con máquinas de cifrado enigma y lograr descifrar los códigos alemanes se convirtió en una prioridad para los aliados. Estos no podían permitir que los U-Boote campasen impunemente por las aguas del Atlántico causando estragos entre los buques aliados. 

En Bletchley Park, un complejo conformado por casas victorianas y barracones, situado a unos ochenta kilómetros al norte de Londres, los más brillantes descifradores de códigos trabajaban para la Inteligencia británica. Matemáticos, lógicos, criptógrafos y traductores ponían su talento al servicio de Gran Bretaña. Entre los más célebres descifradores sobresale el profesor Alan Turing, que es considerado el padre de la computación. 

Estos cerebros, durante sus extenuantes jornadas de trabajo lograron descifrar los códigos alemanes. Otro hecho que contribuyó notablemente fue la captura de un suculento botín el 9 de mayo de 1941 en el submarino alemán U-110. Los británicos lograron confiscar una maquina Enigma, así como documentación para dicho dispositivo de cifrado. 

Pero el 1 de febrero de 1942, los problemas volvieron a reproducirse para los aliados. La Kriegsmarine alemana introdujo un cuarto rotor en la Enigma. Esto suponía multiplicar por 26 las posibles combinaciones de los mensajes alemanes. En ese dramático momento, Bletchley Park se quedó a ciegas. 

Una terrible amenaza se cernía sobre Gran Bretaña, con los U-Boote alemanes campando a sus anchas por el Atlántico, el dominio de los mares estaba en peligro. Los descifradores de códigos de Bletchley Park, desquiciados por lo impenetrable de los códigos alemanes, afirmaron que la única posibilidad que les quedaba “era dar un palo”. Esta expresión coloquial de “dar un palo” fue utilizada en su acepción de robar, por lo que los cerebros de Bletchley Park estaban admitiendo que su única esperanza era robar una máquina Enigma de cuatro rotores. 

Así pues, desde la Inteligencia Naval británica se propuso la creación de una unidad de comandos para el robo de material de inteligencia. Para ello se creó la denominada 30ª Unidad de Asalto. Precisamente, el historiador O’Keefe descubrió el historial de esta unidad, que se desconocía por completo. Una frase llamó la atención de O’Keefe: “en cuanto a las capturas, la parte que afecta a Dieppe, no ha alcanzado su objetivo”. 



Historial de la 30ª Unidad de Asalto que afirma que las capturas de material de cifrado y documentos
de inteligencia fracasaron en Dieppe. Este documento desencadenó la investigación de David O’Keefe.


Desconcertado, O’Keefe continuó investigando sobre la 30ª Unidad de Asalto. Los orígenes de esta unidad se remontan a marzo de 1942. El profesor O’Keefe halló un nuevo documento: se trataba de la propuesta de creación de la 30ª Unidad de Asalto. Precisamente, en la propuesta de creación de la 30ª Unidad de Asalto se recoge que su cometido es capturar documentos y material de cifrado. Curiosamente, aquel documento estaba redactado nada más y nada menos que por el célebre Ian Fleming.


Seguramente muchos conozcan a Ian Fleming como el autor de las novelas de James Bond, pero en la Segunda Guerra Mundial trabajó para la Inteligencia Naval británica. Fleming era Asistente del Director de Inteligencia Naval, el almirante Godfrey, así como miembro del Comité Conjunto de Inteligencia, la Ejecutiva de Guerra Política, la Dirección de Operaciones Especiales y el Servicio Secreto de Inteligencia. 

Fleming también formaba parte del Departamento Topográfico, que el 5 de abril de 1942 realizó un informe exhaustivo sobre Dieppe. Así pues, tras entregar aquel informe a los máximos responsables de la Inteligencia Naval, el Jefe de Operaciones Combinadas, lord Louis Moutbatten, autorizó el ataque a Dieppe. 


Ian Fleming, con el uniforme de la Royal Navy


Los británicos disponían de informes sobre Dieppe que situaban el Cuartel General alemán en el Hotel Moderne, ubicado en el número 21 de la calle Vauquelin. Precisamente allí, los comandos liderados por el teniente Peter Huntigton-Whiteley debían asaltar dicho edificio, robar la Enigma y los libros de códigos.



Propuesta de creación de la 30ª Unidad de Asalto,
que estaba encargada del material de cifrado y documentos de inteligencia.



Informe que describe el Hotel Moderne, Cuartel General Alemán en Dieppe.



Bien es cierto que la 30ª Unidad de Asalto no figura entre las unidades que atacaron Dieppe, pero indagando en el Plan de Búsqueda de la Operación Jubilee (nombre en clave del ataque a Dieppe), encontramos el nombre de Huntington-Whiteley, integrado en el 40º Comando de los Marines Reales, cuyo objetivo era asaltar el Hotel Moderne.



Plan de búsqueda para la incursión en Dieppe.
El nombre de Huntington-Whiteley aparece vinculado al Hotel Moderne.



Precisamente, el 40º Comando de los Reales Marines debía internarse en Dieppe a bordo de la cañonera Locust. Una vez accediesen al interior del puerto, los comandos tomarían tierra y estarían muy cerca del Hotel Moderne. Pero no solo los comandos de Huntington-Whiteley estaban allí por motivos de inteligencia. Los soldados del regimiento Essex Scottish debían avanzar hasta el puerto y capturar los libros de códigos y documentación de los barcos alemanes atracados en Dieppe. 


Cañonera Locust


Mientras se desarrollaba la batalla, Ian Fleming, a bordo del destructor HMS Fernie, debía aguardar la llegada de los comandos de Huntington-Whitley con la codiciada Enigma. Una vez recibido el botín, Fleming tenía orden de regresar al puerto británico más cercano. 

Una fuerza de asalto constituida por la 2ª División de Canadá, los comandos británicos y un puñado de rangers estadounidenses partió hacia Dieppe. Al frente de la 2ª División de Canadá se hallaba el mayor general Hamilton Roberts. Por su parte, los alemanes defendían Dieppe con elementos de la 302ª División de Infantería, que contaba con el apoyo de las baterías de artillería Hoess y Goebbels. Puede que los alemanes no tuviesen a sus mejores tropas para defender Dieppe, pero estaban bien fortificadas y disponían del armamento adecuado para detener un desembarco. 


La Operación Jubilee estaba en marcha. Unos seis mil hombres marchaban rumbo al matadero. Pues bien, llegó el 19 de agosto de 1942 y en la Playa Azul, a dos kilómetros al este de Dieppe, el Real Regimiento de Canadá se retrasó diecisiete minutos y perdió el factor sorpresa. En la Playa Azul se vivió el episodio más sangriento de la batalla de Dieppe. De haber salido bien el desembarco en la Playa Azul, el Real Regimiento de Canadá habría podido tomar la playa para avanzar hacia el acantilado oriental de Dieppe y neutralizar las defensas que cubrían el acceso al puerto. De ese modo, los hombres del Real Regimiento de Canadá hubieran dejado expedito el paso a la cañonera Locust, que transportaba a los comandos que debían capturar la Enigma.

Pero con el Real Regimiento de Canadá masacrado, la cañonera Locust se enfrentó a una vorágine de fuego. Los comandos de los Reales Marines intentaron entrar a través del puerto en repetidas ocasiones. Por desgracia, no lograron penetrar en el puerto
.


Capturar la Enigma era vital. Logrando descifrar los códigos alemanes, los británicos podrían conocer los movimientos del enemigo y contar con una decisiva ventaja estratégica. La misión del comando dirigido por Huntington-Whiteley era el elemento central de la incursión en Dieppe. Por ello y pese a los fracasos en los intentos de entrar a través del puerto, se decidió reembarcar a los comandos de los Marines Reales en lanchas y enviarlos hacia la playa principal.

A medida que las lanchas se acercaban hacia las playas de Dieppe, comenzaron a desencadenarse géiseres entre las embarcaciones de tonalidades grisáceas. Las piezas alemanas se empleaban a fondo contra los transportes de los Marines Reales. Los aterrorizados comandos se encogían en sus embarcaciones mientras el agua marina llovía sobre sus cascos. Sabían que se dirigían inexorablemente hacia una matanza. El teniente coronel Picton-Philips, consciente de la situación, se expuso igualmente al fuego. Más tarde agitó sus brazos para indicar que debían dar media vuelta. La flota que transportaba los comandos de los Marines Reales obedeció sus instrucciones, pero el valiente oficial de comandos resultó alcanzado por el fuego alemán y pereció mientras ordenaba la retirada. 

La 2ª División de Canadá quedó aniquilada como fuerza de combate y los comandos de Huntington-Whiteley no lograron robar la Enigma ni los libros de códigos. La operación había sido un rotundo fracaso. El propio Fleming, desde la cubierta del destructor HMS Fernie, a tan solo seiscientos metros de las playas de Dieppe, contempló el desastroso espectáculo y tuvo que regresar a Inglaterra con las manos vacías.


Teniente Huntington-Whiteley


Los principales jefes militares de la operación, como leales servidores públicos y obligados por la Ley de Secretos Oficiales, guardaron silencio sobre los secretos que escondía la incursión en Dieppe. Por su parte, los descifradores de códigos de Bletchley Park, lograron desentrañar los códigos alemanes meses después de la sangrienta Operación Jubilee. 

Pero no todo acaba aquí. El trabajo realizado por el historiador David O’Keefe, quien ha revelado este secreto de guerra, ha ido más allá de la publicación de su libro “One day in august”. Las investigaciones de O’Keefe han gozado de un gran reconocimiento en Canadá y tras la publicación del libro, miles de documentos confidenciales sobre Dieppe han sido desclasificados.




Bibliografía: "One day in august", de David O´Keefe. Editorial Knopf, Canadá.

Web del autor, aquí







  








viernes, 1 de diciembre de 2017

Dolor sobrenatural



Hoy, Caosfera se complace en presentarles a Samir Karimo, traductor y escritor, al cual podéis leer en las antologías Okulto y Sobrenatural. Disfrutad de Samir, que no será la primera vez que nos haga compañía.


—¡Qué dolores tengo! Lo único que puedo hacer es tomar alguna medicina. 


  La farmacia me vendió una píldora especial para este tipo de enfermedades. La tomé, pero en lugar de mejorar empecé a tener alucinaciones. El padecimiento era cada vez más grande. Pedí ayuda a mis amigos, pero nadie creía en mí, argumentaban que mi salud era perfecta. 

—¿Qué hacer? —pensé yo.

  Entonces lo inimaginable ocurrió: el Mal cobró vida y asumió la forma de una culebra hemorroidal que pretendía asumir mi cuerpo y estrangular mi espíritu… Sí, eran hemorroides lo que tenía y pude averiguar que son una especie alienígena que pretende conquistar nuestro planeta haciendo uso de virus “incurables”… 

  Pero yo tenía una manera de combatirla; arranqué mis riñones y eliminé a Malatía —así se llamaba el invasor— con un láser especial para este tipo de batallas.

  Tras mucho pelear y sangrar logré extirparlo, lo desgarré y lo freí bien frito hasta que se consumió, y de este modo logré mermar la amenaza que se cierne sobre nuestro planeta…. 

  Aún hoy tengo su marca clavada en mi cuerpo… El maldito dejó una cicatriz sobrecogedora….