viernes, 29 de diciembre de 2017

Historias de Dämon Schwarze & Opal Mond Volumen 2






Ahora ya conocía mi procedencia aunque aún tendría que descubrir todo el poder que había más allá de mi cuerpo. Era consciente que había algo más, y eso me resultaba... peligrosamente excitante.

  Pensé en recoger algunos de mis objetos personales y proceder a la incineración de la mansión que había sido mi hogar, pero, en realidad, lo único que necesitaba era aquella joya arcana.

  Decidí, tal y como el misterioso secretario me había sugerido, aceptar las cosas sin ningún tipo de límite y para ello sólo me bastaba la compañía de la mencionada joya que, curiosamente, aún descansaba sobre mi piel. Di paso a incinerar la mansión y con ella ardieron todas las posibles pruebas de mi existencia además de los pocos restos de mi primera víctima.

  Aquella sensación era... tan extraña. Mi vida había tomado un nuevo sentido, y sabía que a pesar de que no había hecho nada más que despertar, llegaría hasta el final.

  Esa misma noche, echada sobre la arena y mientras contemplaba el majestuoso brillo de la poderosa luna llena, mi cuerpo desnudo sintió el impulso de dirigirse hacia el oscuro mar. Me adentré poco a poco en él y cuando el agua bañaba mis rodillas, sentí como si unas húmedas manos comenzasen a acariciar mi piel subiendo desde las rodillas hasta mi cintura. Cerré los ojos y tras gemir sensualmente me dejé llevar por aquella sensación.

  Aquellas manos continuaron su lento recorrido a través de mi pecho y cuando alcanzaron mis hombros volvieron a descender, de nuevo, hasta la cintura. Abrí los ojos y era él de nuevo, totalmente vestido de negro.

  Mi cuerpo estaba mojado y una de sus manos se aferraba a mi cintura. Acarició mi pelirrojo y largo cabello apartándolo de mi cuello. Sus labios lo besaron y sentí cómo una helada caricia llenaba de ardiente calor mi cuerpo.


   —Ya conoces tu verdadera identidad. Te quedan muchos recuerdos de la que creías tu verdadera vida, la mortal. Pero únicamente los más fuertes se resistirán al olvido y aprenderás a sobrevivir entre esta especie tan inferior a la nuestra. Además... yo siempre estaré cerca de ti.

  
  Dicho esto, pasó a través de mi cuerpo y desapareció.
  
  Caminé, siguiendo el mismo impulso, hasta sumergirme por completo en el mar. Me sentía libre y como si de una sirena se tratase, me adentré aún más en aquel oscuro paraíso.

   En el cielo seguía reinando la Luna llena mientras que en aquel océano, sin duda alguna reinaba yo.

   A lo lejos divisé una luz. Era un pequeño velero. Estaba demasiado oscuro para los ojos de cualquier humano, pero yo podía ver sin requerir de ningún esfuerzo un joven sentado sobre la cubierta con un libro en sus manos.

  Me aproximé a él y subí a bordo. Él, sorprendido y algo asustado por mi presencia, se irguió y dejó caer el libro de entre sus manos.


  —Hola —dijo él—. Perdona, ¿qué te ha ocurrido? ¿Acaso eres la superviviente de un barco naufragado o quizás te has caído por la borda de algún otro?


  Sin responder a sus preguntas dirigí la mirada hacia el libro que se hallaba aún en el suelo, “Ninfas, Sirenas y su gran poder” decía su viejo encuadernamiento.


   —Creo que quizás eres tan sólo fruto de mi imaginación, o tal vez todo esto sea un sueño. Llevo demasiado tiempo solo, aquí, entre el mar y el cielo —dijo él en un murmullo que se confundió con el de las olas.


  Segura de mí misma, con tenue voz le respondí:



   —Acaríciame y sabrás si soy sueño o realidad.


  Tembloroso, acarició mi mejilla. Yo, le despojé de su camisa mientras el miedo que provocaban sus caricias iba volviéndose pasión desenfrenada, la de dos fieros amantes repletos de excitación.

  Comenzaba a amanecer cuando desperté. Al llevar mis manos hacia mi cara, pude ver restos de carne y piel humana en mis uñas. Mis manos estaban completamente empapadas de sangre, así como mi cuerpo desnudo. Me asomé por la borda del velero y contemplé sobre el reflejo del agua mi cara impregnada de la misma sangre que tenía en mis manos.

  De repente, oí un gemido tras de mí. Me giré y acudí al lugar del cual provenía; allí hallé a aquel joven. Estaba desnudo sobre un inmenso charco de sangre, con toda su piel y su carne desgarrada. Sus heridas, que continuaban escupiendo sangre, formaban una hermosa figura, como si de un tatuaje se tratase: un ser ciclópeo, escamoso y bípedo, con vagas reminiscencias humanoides y dos alas desplegadas en su espalda. De los malévolos ojos de aquella figura brotaba el mayor caudal de sangre, enroscado como una serpiente en las zonas vitales del joven.

  Él todavía poseía vida, y yo me había enamorado de la figura que había dibujado la sangre sobre su cuerpo. Besé su boca con dulzura y, tras mordisquear su lengua, deposité en ella una extraña sustancia con maravillosos efectos.

  Su cuerpo inerte dejó de sangrar pero sus ojos y su mente continuarían eternamente vivos. Y así, sin más, se lo regalé al mar. A él le di la posibilidad de ver los inimaginables rincones que esconde el mar, y al océano le brindé el tesoro de la imagen tatuada en aquel cuerpo humano.

  De nuevo, sobre la cubierta del velero, lamí los restos que quedaban de aquel humano y me vestí con las ropas que encontré en el interior del velero. Comencé a leer el libro que había sostenido el joven. Mientras, sin nadie que guiase el timón, el velero se dirigió a... ¿Quién sabe qué puerto?...



  ¡¡Buenas noches, compañeros nocturnos!! Saludos para todos los que lean esto y sobre todo para ti, mi especial Dämon Schwarze.

  Recordad esta historia siempre que dudéis entre estar viviendo una ficción, sueño o realidad. De todas formas os deseo suerte si intentáis descubrirlo.




Opal Mond



1 comentario:

  1. Una interesante historia mitológica llena de pasión y de sangre. Y una atmósfera que recuerda a los cuentos clásicos, los cuales pasaban de boca a boca sobre las fogatas de los campamentos y los odres de vino.

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