viernes, 19 de enero de 2018

German Angst





Título original: German Angst

Nacionalidad: Alemana

Año de producción: 2015

Directores: Jörg Buttgereit, Andreas Marschall, Michal Kosakowski




En los últimos años el cine de terror europeo ha conseguido labrarse un merecido lugar de prestigio en el panorama internacional, llenando así de forma oportuna el hueco dejado por el desgaste de las filmografías japonesa y estadounidense, agotada ya la supuesta novedad de la primera y empantanada la segunda en una recurrente política de remakes y reboots. Hechos como el torbellino que supuso el regreso triunfal de Francia al género con su Nouvelle Horreur Vague o el florecimiento de una nueva cantera hollywoodiense de realizadores demuestran que el viejo continente es el nuevo punto de referencia tanto en renovación estética como en éxito comercial.

  Alemania, sin embargo, en franca contradicción con su papel de locomotora económica europea, es uno de los países que se ha quedado fuera de este “milagro europeo”. Cuesta creer que una de las cinematografías que más contribuyó a la formación de la narrativa del séptimo arte en general y a la del género fantástico en particular, parezca sumida ahora en una aparente sequía. Lo cierto es que en la industria germana actual el horror no resulta especialmente rentable. Por un lado la taquilla sufre el perenne monopolio del mercado norteamericano y por el otro su legislación ejerce una gran censura en el terreno de la violencia, hasta el punto de que muchas películas ven algunas de sus escenas cortadas para poder ser emitidas por televisión.



  No obstante su escasa repercusión, el terror alemán siempre ha estado ahí. Al margen de algún que otro éxito de taquilla que, eso sí, no ha transcendido fuera de sus fronteras (Anatomía), es necesario reconocer que su presencia ha sido más llamativa y fructífera cuando se ha alejado por completo de los cánones del más puro mainstream. Como ocurre en otros géneros los realizadores teutones muestran su verdadera valía en terrenos más intimistas y arriesgados, en los peligrosos abismos por los que se asoma la experimentación formal y en los oscuros túneles de sus propios universos personales. Hoy como ayer sus fotogramas se proyectan mejor en esa “pantalla demoníaca”, término emblemático que Lotte H. Eisner acuñó para referirse al cine expresionista de los orígenes.



  Los directores de German Angst reivindican precisamente una vuelta a esos comienzos y su punto de partida para hacerlo es la plasmación de sus propios estilos en un proyecto colectivo por partida doble: por su formato de película de episodios y por su financiación a través del sistema crowdfunding. Dos modalidades en extremo arriesgadas, puesto que sobran ejemplos de proyectos similares con resultados más que decepcionantes. El cómputo final tiene algunos de los defectos propios de este tipo de producciones, por otra parte bastante inevitables, y ciertas virtudes que terminan generando una obra de gran interés.

  La división en capítulos con diferentes realizadores genera algún que otro problema de ritmo y cierta dispersión narrativa, pero luego la fuerza del contraste entre cada tramo se convierte en una de los mayores alicientes de la película, sobre todo en el plano estético. El espectador tiene en frente a tres pesos pesados, tres auténticos “autores” que han desarrollado muchas de sus producciones (por lo menos las más destacadas) al margen de los códigos del cine comercial al uso, en los terrenos paralelos del underground y del arte y ensayo. Por lo tanto, el combate no se desarrolla con los manidos códigos del slasher, ni la pantalla rebosa de sangre para poner a prueba los límites visuales del gore. Lo que ha dado al terror alemán la fama de perverso y extremo es la experimentación con nuevas temáticas y el recurso de la dimensión psicológica en sus historias. Eso no significa que estos señores tengan algún tipo de escrúpulo a la hora de mostrar. Son artesanos de la provocación que más que demandar al espectador un estómago preparado lo que buscan es apelar a su fro
ntera ética. Pero, ¿quiénes son los cirujanos y cómo son sus disecciones?


  
  El encargado de abrir fuego con Final girl es nada más ni menos que Jörg Buttgereit, cuyo nombre muchos ni recordarán, pero que posee el prestigio de ser uno de los creadores del denominado ultragore alemán. A finales de los 80 se convirtió en todo un abanderado de la transgresión al parir una de las obras más inevitablemente polémicas de la historia del cine, la saga Nekromantik, donde se servía del tema tabú de la necrofilia para remover conciencias e investigar nuevos terrenos. Lo cierto es que después Buttgereit ha desarrollado una filmografía que roza lo experimental y con más profundidad artística de lo que viene siendo habitual, películas de vocación profundamente iconoclasta (El rey de la muerte, Schramm), entre la performance y el manifiesto de la crueldad. El maestro demuestra con su episodio que, aunque su estilo ha evolucionado hacia el manierismo estético y la sensorialidad, sigue siendo indefectiblemente brutal, en una historia de situación que juega a romper el punto de vista tradicional de las historias de asesinatos.


  El segundo tramo, Make a wish, es con toda claridad el más flojo de los tres. Su autor de origen polaco, Michal Kosakowski, es una importante figura del competitivo panorama artístico alternativo de Alemania que, aunque ha desarrollado una sólida carrera en diferentes medios (video instalaciones, cortometrajes, documentales, cine experimental), tan sólo cuenta con un largometraje en su haber, Zero killed, una polémica fusión de ficción y documental en torno al tema de la muerte. En todas sus manifestaciones, Kosakowski busca siempre agitar conciencias con una clara orientación hacia los temas sociales, de la que no está exento su episodio en German Angst, una fábula moral que parte de lo sobrenatural para especular sobre los roles de víctima y verdugo en un contexto dominado por la violencia. Las intenciones son buenas pero no están suficientemente bien expresadas, y tampoco ayuda el recurso de las escenas gore, resultando las mismas algo forzadas, como si el director buscara no desentonar con el tono general de la presente antología. Aún así cuenta con momentos ciertamente divertidos.



  Por último, tenemos el mejor capítulo de la trilogía, Alraune, nombre emblemático que alude a uno de los relatos más recurrentes de la iconografía teutona, el mito de la Mandrágora, la mujer vampiresa creada artificialmente y capaz de materializar los mayores terrores internos. Con ello el realizador Andreas Marschall pretende entroncar con la tradición del cine expresionista y simbólico, y lo cierto es que consigue rememorar con bastante acierto su espíritu, incluso en la técnica, al renunciar en gran parte a lo digital y apoyarse en los efectos visuales, con resultados sorprendentes. Marschall es otro nombre bastante desconocido pese a haber realizado varios filmes de muy interesante factura y conseguir superarse en cada nueva entrega. Gran dominador del montaje, desde su primera película, la limitada pero interesante Tears of Kali (Lágrimas de Kali), este polivalente cineasta demuestra una clara y sana tendencia al terror sobrenatural, con un estilo propio que aúna la psicología jungiana de los mitos y el inconsciente colectivo con la obsesión por los colectivos tan propia del cine social de su patria. Después de emular el giallo italiano en Máscaras, con Alraune nos demuestra su madurez y la facilidad que posee para pintar atmósferas de perversión sin desdeñar ningún recurso.




  German Angst, analizada en conjunto, también posee esa apariencia promocional y de producto inacabado propia de los filmes basados en contribuciones, caracterizados por ideas originales y arriesgadas de las que da la impresión que se podría haber extraído más jugo, como es el caso de Iron sky. Si en verdad tuviera alguna finalidad publicitaria esta sería precisamente uno de sus méritos, ya que en definitiva lo que consigue es erigirse como una suerte de antología que reivindica para el cine mundial los méritos desconocidos del terror germano. En realidad es el portafolio cinematográfico de tres interesantes creadores y renovadores del género, y sólo eso ya la convierte en una película necesaria y de visionado obligado para todo cinéfilo.



Josef A





Para saber más:

-Jörg Buttgereit, más allá del gore

http://negromancia.blogspot.de/2011/05/jorg-buttgereit-mas-alla-del-gore.html

- o en Caosfera:



- Podrán seguir leyendo a Josef A en:

https://www.josef-a.com/




3 comentarios:

  1. A pesar de sus limitaciones, la propuesta es bastante interesante. Una equilibrada estética visual acompañada de un hilo temático bien elaborado, el resultado es una agradable experiencia y sumamente recomendable para todo amante del género.

    No se si ya has reseñado esta película en tu blog, es la primera que te visito, aun asi dejame recomendarte The Void (2016). Paso desapercibido el año pasado y no se lo merece, creeme échale un ojo.

    Que agradable reseña, ha sido bueno encontrarte. Saludos.

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    1. Gracias por tu comentario y recomendación. "The void" me pareció interesante, pero más por sus escenas "oníricas" y sobrenaturales de corte lovecraftiano que por el desarrollo de situación cerrada que le sirve de soporte y que me parecio demasiado convencional. Pero su director me parece un nombre a seguir ya que en esos pasajes fantásticos consigue una atmósfera especial y diferente pese a no ser una gran superproducción. Sin duda domina la técnica.

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  2. Muchas gracias por visitar Caosfera! mi opinión respecto a German Angst es muy similar a la de Josef, en mi caso sobre todo destaco el tercer segmento.

    Respecto a the void, la vi precisamente por recomendación de un amigo y, efectivamente, me pareció más un producto disfrutable por su diseño artístico que por su contenido en sí.

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